lunes, 26 de marzo de 2012

Viajes con Heródoto.

«Comprendí que cada mundo entrañaba un misterio y que el acceso al mismo solo lo podía facilitar la lengua. Sin conocerla, ese mundo permanecía para todos insondable e incompresible, por más años que pasásemos en su interior. Má aún. Descubrí una relación entre tener nombre y existir, pues cada vez que volvía al hotel me daba cuenta de que en la cuidad había visto tan solo aquello que sabía nombrar, por ejemplo, recordaba una acacia pero no el árbol que crecía junto a ella, porque desconocía su nombre. En una palabra, comprendí que cuanto más vocabulario atesorase, más pronto-y más rico en su inabarcable diversidad- se abriría ante mí el mundo.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario