Soy,
tal vez, la excepción que confirma tu regla. La que busca una pequeña
esencia. La que no pretende entenderlo todo, la que prefiere vivir el
momento. Soy la calma y la tormenta, el norte y el sur, la que se
sonroja cuando me miras de reojo. Soy silencio y caricia. Soy fuerza y
destrucción. Soy yo.
Me columpio entre líneas cuando leo los versos
que te besaba. Me distraigo en el minutero del reloj viendo como le da
las vueltas a las horas como si nada. Te pienso, te imagino y, te vuelvo
a pensar.
Sueño con tanto, sueño contigo. Sé que si te sigo, me
puedo estrellar. Si me detengo, voy a morir en el abismo de mis pasos
cobardes que se refugian en un castillo de hierro del que no pretenden
volver a salir. No pienso ir por ahí.
Cada vez más locamente cuerda
en este mundo de insensatos caminantes que, ciegos de miedos, vicios
baratos y éxtasis sin sentido, deambulan por las calles de un mundo
adormecido.
Pisoteo las promesas que fueron formuladas para cumplirse
y, se quedaron sin fuerzas a mitad de camino. Empujo mis sueños entre
la variedad de obstáculos que me lo intentan impedir. Me dejo la piel,
lo quiero conseguir.
Soy un torbellino, soy todo sensación.
Fue
una mirada a la vez, esa sonrisa que sin más arrancaste de mi boca.
Fueron tus pasos hacia a mí los que me volvieron más que idiota, ese
perfume que me caló hasta los huesos y tus manos lentas por mi espalda
bajo la ropa.
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